jueves, 10 de enero de 2008

De Rabiosamente Azul a Tristemente Gris

Los cielos rabiosamente azules de Zaragoza se han vuelto grises. Aunque el invierno también tiene su belleza, al menos para aquellos que le sacan el gusto a los cielos plomizos, a la niebla, a ver la luz de las 11 de la mañana igual que a la de las seis de la tarde.


Camino a orillas de mi amado río Ebro, el que pasa silencioso a espaldas de la Basílica del Pilar. ¡Es todo tan gris! A veces uno se siente así, gris, silencioso, sin nada que decir, sin entender nada. Por encima de aquellos puentes zaragozanos pasan miles de personas y muy pocos reparan en las aguas que pasan debajo. Muchos iremos por la calle, rumiando pesares, y pocos se darán cuenta de las lágrimas que llevamos en la cara.


Dicen que uno no se baña dos veces en el mismo río. ¡Y uno es tan cambiante y pasa por tantas cosas en la misma ciudad! A veces vamos tan felices bañados por el sol que nos muestra cielos azules, y otras veces nos cubrimos para no sentir el frío del invierno (aunque el verdadero frío esté más adentro de la piel).




Pero la vida es como el río. Va fluyendo. A veces corre. A veces se serena. Mirarla desde fuera, como miro al Ebro, en ocasiones nos alegra y otras nos deprime. Hoy es uno de esos días. De los grises, de los nublados (por la niebla y por las lágrimas). Solo eso. Ya pasará. Al menos eso deseo.

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